Este es un artículo que saqué hoy en La Nación.
La Nación del 21 de marzo del 2010 dice que los “Estudiantes naufragan en ortografía por falta de lectura”. Un reportaje en la misma línea, aparecido en este diario, el 21 de febrero, indica que los estudiantes tienen problemas de comprensión de lectura y ortografía. Estas noticias pueden parecer alarmantes, pero no son nuevas. Estos titulares podrían haber aparecido, perfectamente, hace veinticinco años.
En 1985, dos investigadores en linguística, Ana María Rodino y Ronald Ross, publicaron por primera vez el libro “Problemas de expresión escrita del estudiante universitario costarricense”. La tarea que realizaron estos investigadores fue quijotesca: reunieron un corpus de 2234 redacciones de estudiantes de todo el país y las analizaron. A partir de ese estudio, determinaron cuáles eran los principales errores de expresión escrita de los jóvenes universitarios.
El panorama obtenido fue desalentador. Los errores pululaban y estaban presentes en todos los niveles del texto. Los investigadores concluyeron que se trataba de un único problema, muy serio (en palabras de los autores: “largo, ancho y profundo”). El problema afectaba a grandes sectores de la población de todo el país (de distintas edades, sexo, clases sociales y niveles de instrucción) y en todos los niveles del lenguaje.
Veinticinco años después, las cosas no han cambiado. Los problemas de escritura de los estudiantes no se limitan a la ortografía; están en todos los niveles del texto. Habría que preguntarse, cómo, en 25 años, el panorama descrito por Rodino y Ross no ha cambiado en nada.
En relación con este tema, quisiera aportar la visión que he forjado, luego de trabajar, en el Instituto Tecnológico de Costa Rica, una investigación al respecto y una en relación con el léxico de los estudiantes universitarios, que está en proceso. Señales de naufragio. Se señalan muchas causas para este problema, principalmente, desinterés por parte de alumnos y docentes, mal uso del lenguaje en medios tecnológicos y falta de lectura. Me referiré en este espacio al tema de la situación del profesor, poniendo como ejemplo el caso universitario, que conozco de cerca.
Un profesor de escritura en la universidad que da cuatro cursos tiene, en total, 128 estudiantes. Si a cada uno le solicita un texto de 100 palabras por semana (que equivale a un párrafo, más o menos), tiene que corregir 12.800 palabras por semana (unas 20 páginas a espacio sencillo, en letra 11). Pero con un párrafo por semana difícilmente se puede lograr algo. De hecho, los mismos estudiantes se ríen si se les solicita escribir un párrafo por semana. Si se pide un texto de 500 palabras por semana, el profesor debe revisar 64.000 palabras por semana, lo que equivale a unas 100 páginas por semana.
Eso solo en relación con el acto de escritura en sí mismo. Pero este mismo profesor debe realimentar a sus alumnos. En un mundo ideal, este profesor debería poder sentarse con sus estudiantes, poder explicarles cuáles son sus fallos y cómo podrían evitarlos. Además, para esto, debe haber podido enseñar a sus alumnos las nociones básicas de teoría del texto, que harían posibles estas transformaciones. Nuevos horizontes. Creo que la situación de la pedagogía de la escritura está en crisis, porque el problema y las soluciones que se le tratan de dar obvian los últimos avances de la investigación sobre el tema.
Existen muchas alternativas que deberían probarse, tomando en cuenta las adaptaciones que habría que hacer para que el entorno y los recursos sean los adecuados.
Se han identificado dos perspectivas linguísticas que constituyen una base alternativa para el abordaje pedagógico de la escritura, al menos en la universidad. La primera es la perspectiva metacognitiva. La metacognición es el proceso de conocimiento que elabora una persona sobre su propia manera de conocer.
Esto supone para la escritura la idea de que si el escribiente conoce los procesos de producción del texto escrito, sus lógicas de procesamiento mental y las causas de sus principales errores, puede monitorear y regular su propia producción. En este sentido, una propuesta didáctica se dirigirá a hacer consciente al escribiente de sus procesos y de la participación que tiene su pensa- miento en el mejoramiento de sus habilidades.
La segunda corriente se conoce en español como Escribir en el Currículum (Writing Across the Curriculum WAC, en inglés). WAC propone que el aprendizaje de la escritura se lleve a cabo en cada carrera, a lo largo de toda la vida estudiantil y que esté a cargo de equipos heterogéneos en que los profesores de la disciplina colaboren con los profesores de escritura para crear espacios de aprendizaje adecuados al entorno y las necesidades específicas de cada ámbito profesional.
El profesor de escritura se convierte en un tutor, cuya tarea se refuerza por medio de otros espacios de enseñanza-aprendizaje, como laboratorios de producción escrita, “consultorios”de redacción o aulas virtuales de escritura. Estas dos perspectivas se pueden aplicar en el ámbito universitario y el Instituto Tecnológico de Costa Rica realiza los primeros pasos dentro de ellas.
A nivel nacional, deben analizarse las últimas propuestas en los niveles de primaria y secundaria para realizar cambios significativos. La voluntad política y la apertura son elementos indispensables, pues solo con soluciones nuevas y una visión de vanguardia pueden revertirse los problemas actuales. Si no se dan estas acciones, dentro de 25 años los titulares serán los mismos.